Cómo afecta el calor y la dilatación a las membranas impermeabilizantes

Cuando pensamos en impermeabilización, lo primero que se nos viene a la cabeza es la lluvia, las filtraciones y la humedad. Pero hay otro enemigo silencioso que muchas veces no se considera al momento de diseñar o proteger una obra: el calor y la dilatación de los materiales.

Durante el día, una superficie expuesta al sol puede calentarse al punto de alcanzar más de 70 grados. Luego, en la noche, esa misma superficie puede bajar fácilmente a 10 o 15 grados. Este cambio brusco de temperatura genera que el concreto, el acero y los materiales de la estructura se expandan y se contraigan una y otra vez.

Ahora bien, ¿qué pasa con la membrana impermeabilizante que está sobre esa superficie?
Si la membrana no tiene la capacidad de acompañar ese movimiento, se pueden producir rajaduras, desprendimientos o pequeñas fisuras por donde empieza a entrar el agua. Al principio son detalles casi invisibles, pero con el tiempo se transforman en humedad, manchas, hongos, filtraciones y costos extra que nadie quiere asumir.

La realidad es que no todas las membranas se comportan igual frente al calor:

  • Algunas son más rígidas, y con el paso de los años se endurecen aún más, volviendose frágiles frente a la dilatación térmica.

  • Otras, en cambio, están diseñadas para “estirarse” y acompañar el movimiento natural de la superficie, evitando esas microfisuras que luego se transforman en filtraciones.

  • Existen sistemas que además incluyen refuerzos, pensados justamente para soportar mejor los cambios bruscos de temperatura.

Lo importante es tener claro que el calor y la dilatacion no son algo puntual, sino una realidad diaria en cualquier edificación, ya sea una cubierta, una terraza, un estacionamiento o un muro expuesto. Si la impermeabilización no está preparada para ese estrés constante, tarde o temprano va a fallar.

En Kactus contamos con las mejores membranas y la asesoría de nuestro equipo técnico para ayudar a cada cliente a evitar estos problemas desde el inicio. Nuestro objetivo es que no solo se solucione la humedad, sino que también la inversión quede protegida a largo plazo frente al calor y los cambios del clima.

Por eso, al momento de elegir un sistema impermeabilizante, no basta con preguntar “¿resiste el agua?”. También hay que considerar cómo responde frente al sol, al calor, a la radiación y al paso de los años. Esa es la verdadera diferencia entre una solución que apenas dura un par de temporadas y una que protege la inversión por décadas.

En otras palabras: el agua es el problema visible, pero el calor es el que pone realmente a prueba la calidad de la membrana.

En resumen: el calor no perdona, pero una membrana bien elegida sí puede marcar la diferencia.

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